jueves, 3 de octubre de 2013

Vivo en otro mundo






Vivo en otro mundo
paralelo al del hombre,
donde el amor es la ley
y el sufrimiento se esconde.

No existe la maldad
ni los malos pensamientos
solo los favores
y el agradecimiento.

Los animales no se extinguen
las plantas no mueren
los hombres no se matan
y las cosechas no se pierden.

Es otro mundo
demasiado perfecto
para que lo habite el hombre
sin tener que romperlo.

Vivo en otro mundo
paralelo al del hombre
donde el amor es la ley
y donde no hay sufrimiento.

                                                        1991
              Yolanda Martínez Izquierdo 


Laten






Serenas las aguas le laten
acogiendo tintineantes gotas
que la generosa lluvia deja caer,
para saciar su sed de sequía

Y el lago, vuelve a crecer.


              Yolanda Martínez Izquierdo 





Condenada a la soledad






       Aún continuaba en la sala de espera a la que había accedido por el angosto pasillo de ese hospital de segunda; ella que siempre perteneció al grupo de los privilegiados que eran atendidos en clínicas privadas.

            Era la primera vez que pisaba un hospital  público, en la sala de espera entre la confusión  y los nervios observaba  la maraña de pobres; como ella los veía, que aguardaban, entre bostezos por las horas de espera y nervios por la desinformación a  la que les eran sometidos en esa patética sala, a que les nombraran por el desafinado altavoz para saber algo de sus enfermos familiares.

            No terminaba de creer que se hallara allí, su único pecado era haber subido a ese taxi, y tras el accidente del que inexplicablemente había salido ilesa no podía evitar seguir allí, necesitaba saber si el atractivo conductor sobreviviría a la operación a la que en esos momentos estaba siendo sometido.

            Era la tercera vez en dos semana que coincidía con el mismo taxista, Pedro un venezolano que llevaba entre diez y ocho meses en Madrid. Desde su primer viaje no pudo dejar de mirarle a través del espejo retrovisor y asentir con una sonrisa a todo lo que él la decía. No se explicaba por qué sentía eso, pero su atracción por él, despertaba en ella sentimientos olvidados desde mucho tiempo atrás.
            Hacía algún tiempo se sentía sola,  desde que hizo marcharse de su lado a Javier, engreído financiero perteneciente al grupo de los nuevos ricos, que según ella nunca podría estar a su altura, ni tener su clase, estaba segura de que nunca podría enamorarse, 

        Y tuvo que ser ahora irónicamente rodeada de lumpen, cuando se dio cuenta de lo que sentía por Pedro, lo consideró un amor en vano, como la mayoría de los que había sentido a lo largo de su vida; desde el segundo viaje en su taxi llegó a la conclusión  que nunca se permitiría establecer una relación con alguien como él y lo que es peor nunca se permitiría establecer ninguna relación con nadie.
            Pero en esos momentos no podía dejar de preocuparse por él, se le hacía un nudo el pensar que a lo mejor no volvería a ver nunca más su agradable rostro, si no sobrevivía a la operación.
         De repente empezó a ver todo más claro, dejó a un lado sus perjuicios por primera vez en su vida, inesperadamente se imaginó compartiendo su vida con  ese hombre al que apenas conocía, y se veía feliz.

        Decidió que cuando pudiera verle le diría todo lo que sentía por él y se dejaría llevar, estaba contenta como nunca lo había estado, empezó a observar a la gente que la rodeaba en la sala de espera y misteriosamente comenzó a verles como sus iguales, no se podía explicar lo que la estaba sucediendo,  se encontraba como flotando, estaba enamorada y todo le daba igual.
            De pronto por el altavoz oyó llamar a los familiares de Pedro Hernández, y se acercó para explicar que había llegado con él, la hicieron entrar en una pequeña sala en la que se encontraba el cirujano.

      Al ver su cara lo supo, nunca podría decirle lo que sentía.


              Yolanda Martínez Izquierdo